Historia de un pañuelo de papel
He ido al instituto a recoger el papel del cese. No he ido al examen ni a ninguna de las otras clases. He estado en el departamento ordenando los papeles que le tenía que dar al profesor-al-que-sustituyo. Aparecían compañeros y les he ido contando la noticia. Han aparecido una alumnas de mi grupo bueno y me han dado una carta. Toda la clase ha firmado en ella. He subido al aula y me he despedido de todos. He dicho que me emocionaba un poco y una chica me ha dado un pañuelo de papel.
De nuevo en el departamento, como es un constante ir y venir de personas me he despedido más de una vez de alguno. Quizá alguien se ha quedado sin despedida. Cuando ya estaba devolviendo las llaves de las aulas me han encontrado unas alumnas del bachillerato (el examen muy largo y fatal) y me han dicho que el resto de la clase estaba en el aula de siempre. He subido para despedirme. Como es habitual han hecho un corro a mi alrededor para comentarme cosas de los problemas y en este caso del examen. La despedida ha sido menos emotiva.
Después de todo esto he ido al PROP de educación a llevar el papel. Dejé el coche en el Espai y fui andando desde allí. Cuando esperaba en el semáforo que está al lado de la parada de Túria he oido un ruido y al mirar he visto un motorista volando y aterrizando en el suelo en medio del cruce. Había golpeado con un coche que se cruzaba y le había desequilibrado. El coche paró cerca y una mujer cuarentona que me recordaba a la Carmina Ordóñez se acercó. El hombre se echaba las manos a la pierna; el casco había salido volando. Alguien lo recogió. Dos chavales de unos 17 recogieron la moto. Pero a Carmina sólo se le ocurre decir que a su coche no le ha pasado nada.
Cuando ocurre un accidente o algo similar me produce curiosidad lo mal y lo tarde que se reacciona. El hombre llevaba medio minuto tirado en medio del cruce cuando ha empezado a llegar gente. Yo estaba a 50 metros y he caminado hacia él; he llegado de los primeros. Nada más ver el accidente he pensado en llamar al 112 pero me he esperado a acercarme a ver la gravedad del asunto. He visto que tenía una brecha en la cabeza del tamaño de un palillo de dientes, parecía muy limpia. Miro alrededor y nadie llama. ¿Llamo yo? ¿Digo que llamen? En ese momento una mujer saca el móvil y pide una ambulancia. La herida del hombre sangra abundantemente y piden un pañuelo. Espero tres segundos y doy el que me había dado mi alumna. ¿Por qué nadie reacciona a tiempo? Viene carmina de aparcar bien el coche y pregunta que si llama al 112. ¡Dos ostias te daba yo!
La mujer que me ha cogido el pañuelo lo usa para limpiar la cara del hombre. Le digo que deje eso y que apriete en la herida. Me hace caso. Veo cómo el pañuelo de empapa de sangre. Me voy.
Ese pañuelo estaba esta mañana, a las 7:30 en la mochila de una chica de 16 años y ha viajado hasta la cabeza de un hombre para empaparse de sangre que a las 7:30 estaba siendo bombeada por su corazón mientras dormía o desayunaba. El mundo es muy raro.
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