El último día de clase
La magnitud de las obras se había incrementado hasta ser el doble de grande que ayer. Así que, a pesar de haber salido unos minutos antes, también he llegado tarde, aunque sólo unos siete minutos. Se acabó la liga de damas pero no porque se jugaran todos los partidos sino porque ya pasaban de todo porque era el último día. Una partida por grupo y todos al patio. Aprovecho para organizar las notas. Luego el examen de recuperación. Me aprueban 2, me suspenden 3. Y se acabó mi jornada "lectiva".
Poco a poco se va notando el incremento de la animación. Unos alumnos tocan unos temas de música que habían ensayado. Finalmente empiezan a montar el toro mecánico. Veo que no sólo es el cuerpo, también tiene la cabeza y hasta afilados cuernos de plástico. Es un mal presagio. De pronto veo que todo el mundo está pasando notas al ordenador. Temo que sea hoy el último día. Pregunto. Efectivamente, es el último día. Pillo uno de los ordenadores que sí que van y me pongo a teclear como un poseso.
...Una hora más tarde...
Me levanto de la silla con los ojos ardiendo (la pantalla es la peor que he catado en mi vida) y con la espalda entumecida. Me bombardean con informes individualizados, a mí aún me queda hacer los míos, aunque no todos —que no va a ser todo malo—. Me asomo discretamente por la ventana para ver a los del toro; de momento no se ha lesionado nadie. Me entero de que nadie de los profes con los que me llevo mejor va a la comida de después. Se van marchando poco a poco y me empiezo a sentir un poco capullo (corrían las 12h). De pronto alguien dice que hay canapés y cerveza fuera y casi todos los profes van al ataque. Es el momento, aprovecho y me borro de la lista y marcho. Yo llamo a esto huida hacia adelante; así aprovecharé para estudiar. Si hubiera ido hubiera sentido que perdía el tiempo y lo que menos soporto del mundo es que OTRA PERSONA me haga perder el tiempo —si lo pierdo yo solito no pasa nada—. Otras personas lo llamarían simplemente huida cobarde. Bueno, pues vale.
Y aquí estoy, después de comer, escribiendo esto con la conciencia tranquila que da el haber hecho lo que uno quería haber hecho.
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