lunes, 11 de febrero de 2008

Lunes de resurrección

Hoy se han llenado los huecos que tengo en el horario. Las dos guardias han caído porque han faltado ¡cinco! profesores de un total de unos 70 (el 7,14% de la plantilla). El tutor de GF había citado a la madre y ellos, el psicólogo y yo (otra profe más tenía clase) hemos estado con el alumno y ha firmado el compromiso bajo una losa de vergüenza. Curioso cuando el psicólogo le ha dicho:
—¿Vas a firmar como niño o como hombre? Porque ya eres casi un hombre.
Hombre —pronuncia con enorme timidez y mira vergonzosamente hacia abajo—.

Luego una reunión de departamento en la que nos posicionamos acerca de la orden de evaluación: nada de promocionar de curso con tres suspensas. Pero ya veremos; en la evaluación de fin de curso volveremos a este tema.

El bachillerato es patético. Les he soltado el Sermón de la Montaña (no literalmente, ojo) porque no saben ni estudiar matemáticas. Creen que por ciencia infusa el conocimiento irá directo a sus cráneos. Ciencia difusa diría yo. También les he reprendido porque no atienden y se ponen a hacer otras cosas como leerse el libro de literatura (por cierto, es El Túnel, de Sábato. Yo vi una adaptación para teatro). Yo les pido respeto y a cambio me comprometo a hacer los exámenes más cortos porque el último fue casi infinito (cosa que ya iba a hacer pero así hago palanca). Aunque mi idea es que se atascaron en los ejercicios pero como le pasó a todos me da qué pensar.

Y por la tarde la maquilladora está agradable y parece que vuelve la normalidad. Pero la van a expulsar; el instructor me pregunta si una semana va bien. Bueno, lo decide él pero una semana es lo mínimo para su infracción (que tiene un agravante en el conflicto que tuvo conmigo).

Y, como olvidarlo, volvió el Elemento. En su linea pero más comedido.

Para rematar todo estoy tocado de la garganta. A ver cómo me levanto mañana porque la voz se me está quedando ronca ronca. ¿Quién da más?

Con todo esto no he podido corregir nada de los exámenes bachilleres. Ah, y mañana, una pregunta que me hicieron en el bach que deja a éstas como si las hubiera hecho un nobel de física.

3 comentarios:

amelche dijo...

Ahora mismo me estoy tomando una infusión relajante con miel. Que ayer puse el aire acondicionado al volver de un pueblo a donde llevamos a la irlandesa (menos mal que se va el jueves y que no ha estado en mi casa, porque si no ya, muero en el intento, nos lo hemos pasado bien llevándola a sitios, pero estamos agotados)y luego, en el cumpleaños de mi hermana, bebidas frías (a mi madre se le ocurrió poner los refrescos en el congelador porque no estaban fríos y los sacó compactos, hechos hielo) y tarta helada + todas mis clases de primero y tercero seguidas hoy. Y ya vuelvo a tener mal la garganta.

Y encima, las disfonías no se consideran enfermedades profesionales de los profesores (te lo digo yo, que estoy con el rollo de cursillo de riesgos laborales), vaya usted a saber por qué no.

Anónimo dijo...

Demoledor artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en XL-Semanal.

Permitidme tutearos, imbéciles.
Gane quien gane las próximas elecciones generales debería tenerlo en
cuenta. Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros
casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la
izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro. Jefe de la
patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de
partidos autonómicos. Ministros y ex ministros -aquí matizaré ministros y
ministras- de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero
que acabe el mes sin mentaros -el tuteo es deliberado- a la madre. Y me
refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos
infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De
cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un
país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que
extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura,
la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de
comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y
desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más
incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los
colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de
enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las
materias evaluadas. Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la
sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y
vuestra cateta contumacia. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa
de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del
informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la
culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana -que, es cierto, deberían
ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural-, pasando por alto que
durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo
Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia
de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada
y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada cacique de pueblo
hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos
unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y Cataluña. Y en
cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las
reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de
Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en
su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de
cargarle el muerto al «retraso histórico». O una ministra de Educación, la
señora Cabrera, capaz de afirmar impávida que los datos están fuera de
contexto, que los alumnos españoles funcionan de maravilla, que «el
sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien»
y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que
tiene la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio
lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones. Pero lo mejor ha sido lo
tuyo, presidente -recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a
hacerte una foto a la Real Academia Española-. Deslumbrante, lo juro, eso
de que «lo que más determina la educación de cada generación es la
educación de sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido
muchas generaciones en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del
país que tenemos». Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil
años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por
Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la
preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los
próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados por
tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la ciudadanía,
tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en
las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo
al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos
y tira p'alante. Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa
de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los
políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento
educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco,
Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el
franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez
Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo,
Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que
generacionalmente me incluyo.
Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado.


Este artículo, cuanto menos, me merece una profunda reflexión sobre el sistema educativo español, dejando apartado a un lado temas políticos.

Saludos Josemi(futuro interino de economía/matemáticas)

Garin P. dijo...

@Amelche:Cuídate que parece que han bajado las temperaturas. ¿Cómo que las disfonías no son enfermedades profesionales del profesorado? Entonces, ¿cuáles son las profesionales?, me pregunto. ¿La depresión?

Hola Anónimo. Leí el artículo de Pérez-Reverte hace un tiempo en la página de alguien (ya no me acuerdo). Ha empezado a dar vueltas por los correos (ya me ha llegado dos veces) pero, por desgracia, a pesar del duro y directo lenguaje aquí no va a pasar nada y después del 9M, vendrá el mismo pasteleo de siempre. Qué rabia me da.

Gracias por compartirlo.