La amenaza fantasma
Hoy me ha pasado algo que nunca me hubiera imaginado. Un alumno me ha amenazado.
Entro al taller de matemáticas (que se imparte en el aula de Griego) y me encuentro a un pequeño Elemento lanzando una tiza al aire y volviéndola a coger. Le digo que la deje. Me ignora. Como es tan pequeño, pues alargo el brazo y se la cojo yo; le advierto que no la toque. Mientras ,voy a bajar la persiana porque el aula está en la planta baja y la ventana da al patio. Cuantos menos estímulos tengan los alumnos estos, mejor.
Por el rabillo del ojo veo que ha vuelto a coger la tiza; al girarme, se le cae y estalla en miles de trozos blancos. ¡Recógelos! Tiene que hacer lo que le sale de las gónadas, el chaval. Lo hace y se sienta. Sigo bajando la persiana. Tardo tanto en bajarla porque no tengo manivela. He decidido no ir a por una, ni mandar a nadie porque tardaría más. Así que, poco a poco, va bajando hasta que el Sol queda fuera de mi clase. En eso estoy cuando dos o tres me dicen:
—¡Garin! ¡Te está registrando la mochila!
Y, al girarme, efectivamente está tocando mis cosas. En concreto sacando una caja de tizas de colores que suelo llevar para dibujar gráficas o, a veces, corregir o remarcar algo en la pizarra.
„Maldito hijo de una hiena“ pienso.
—¿De qué vas? Amonestación
—Pues ponme todas las que quieras. Me da igual.
—Pues parte al canto. ¿Te sigue dando igual?
Lo aíslo del resto de compañeros y me pongo a escribir la hoja de incidentes mientras los otros alumnos callan y me miran de reojo y trabajan un poco. Y, de repente... una voz de prepúber:
—Como me pongas el parte, te vas a enterar.
—¿Cómo? ¿Me estás amenazando? Y delante de testigos, encima.
—Yo sólo aviso; y el que avisa no es traidor— tiene la desfachatez de decir.
En el patio, vamos él y yo a buscar a la jefa de estudios y tras confesar él sin pudor alguno lo sucedido (este crío parece un psicópata) es expedientado ipso facto. Se llama a la madre; entrego el parte; viene la madre; se le explica la cosa; la madre se lleva al muchachito a su casa.
Para flipar en colores.
Por si eso fuera poco, en mi guardia, que ha sido después, se han peleado dos chavales a los que les doy clase y uno, al pegarle una patada a la mochila del otro, ha reventado un brick de zumo de naranja y la clase ha quedado hecha un asco. Pero toda la clase. Horroroso.
En fin. Mañana más. Ya veremos si hay tanta acción. Jajaja.
Entro al taller de matemáticas (que se imparte en el aula de Griego) y me encuentro a un pequeño Elemento lanzando una tiza al aire y volviéndola a coger. Le digo que la deje. Me ignora. Como es tan pequeño, pues alargo el brazo y se la cojo yo; le advierto que no la toque. Mientras ,voy a bajar la persiana porque el aula está en la planta baja y la ventana da al patio. Cuantos menos estímulos tengan los alumnos estos, mejor.
Por el rabillo del ojo veo que ha vuelto a coger la tiza; al girarme, se le cae y estalla en miles de trozos blancos. ¡Recógelos! Tiene que hacer lo que le sale de las gónadas, el chaval. Lo hace y se sienta. Sigo bajando la persiana. Tardo tanto en bajarla porque no tengo manivela. He decidido no ir a por una, ni mandar a nadie porque tardaría más. Así que, poco a poco, va bajando hasta que el Sol queda fuera de mi clase. En eso estoy cuando dos o tres me dicen:
—¡Garin! ¡Te está registrando la mochila!
Y, al girarme, efectivamente está tocando mis cosas. En concreto sacando una caja de tizas de colores que suelo llevar para dibujar gráficas o, a veces, corregir o remarcar algo en la pizarra.
„Maldito hijo de una hiena“ pienso.
—¿De qué vas? Amonestación
—Pues ponme todas las que quieras. Me da igual.
—Pues parte al canto. ¿Te sigue dando igual?
Lo aíslo del resto de compañeros y me pongo a escribir la hoja de incidentes mientras los otros alumnos callan y me miran de reojo y trabajan un poco. Y, de repente... una voz de prepúber:
—Como me pongas el parte, te vas a enterar.
—¿Cómo? ¿Me estás amenazando? Y delante de testigos, encima.
—Yo sólo aviso; y el que avisa no es traidor— tiene la desfachatez de decir.
En el patio, vamos él y yo a buscar a la jefa de estudios y tras confesar él sin pudor alguno lo sucedido (este crío parece un psicópata) es expedientado ipso facto. Se llama a la madre; entrego el parte; viene la madre; se le explica la cosa; la madre se lleva al muchachito a su casa.
Para flipar en colores.
Por si eso fuera poco, en mi guardia, que ha sido después, se han peleado dos chavales a los que les doy clase y uno, al pegarle una patada a la mochila del otro, ha reventado un brick de zumo de naranja y la clase ha quedado hecha un asco. Pero toda la clase. Horroroso.
En fin. Mañana más. Ya veremos si hay tanta acción. Jajaja.
3 comentarios:
¡Ja,ja,ja! Lo del zumo me pasó ayer a mí: ¡En una clase de primero de bachillerato! El zumo se rompió en la mochila con el peso de los libros y se llenó toda la clase de zumo también. Les hice ir a por una fregona y lo fregaron, pero perdimos medio recreo por culpa del zumito de marras.
Habrá que hablar con los fabricantes de zumo para que los hagan a prueba de adolescentes.
La verdad es que ya he visto varias veces como un zumo pone perdida la clase y la mochila del portador. El tema es recurrente.
Me juego lo que sea a que primero echan el zumo en la mochila y luego le ponen los libros y libretas. Eso por no hablar de los golpes que se lleva la mochila a lo largo del día.
Seguro que la madre dirá: "¡Nene, no te olvides el zumo!" Y zumo al canto, luego los libros, meneos, golpes y demás... Resultado: zumo espachurrado dejando un reguero por toda la mochila y por todas partes. ¡Ja,ja! Mientras no se lleven yogurt... :-D
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